jueves, 12 de diciembre de 2013

Venezuela: otra victoria bolivariana

de Marco Consolo

El pasado domingo en Venezuela, más de 19 millones de ciudadanos fueron llamados a

votar en las elecciones municipales para elegir 337 alcaldes y 2455 concejales. 
Con una participación de casi el 60%, según el último informe publicado por el Consejo Nacional Electoral – CNE (97,52% de los datos transmitidos) se confirma la victoria de los candidatos del proceso bolivariano reunidos  en el “Gran Polo Patriótico” (GPP) y la clara derrota de la oposición.
En el momento de escribir, el GPP (y en su interior el principal partido, el Partido Socialista Unido de Venezuela – PSUV), gana en 234 municipios, con un total de 5.111.336 votos contabilizados, (el 49,24%). De ellos, al menos 13 son capitales de los 24 estados que conforman el país.

La variada oposición de derecha, reunida en la Mesa de la Unidad (MUD), se queda con 53 municipios y 4.435.097 electores (42,7%). Existe por tanto una diferencia relativa del 6,52% a favor del proceso bolivariano, suficiente para salir de un área de riesgo político inmediato.
Los otros partidos más pequeños, obtuvieron 833.731 votos, equivalentes al 8,03 %. Entre estos está el Partido Comunista con el 1, 6%. Casi todos los pequeños partidos han apoyado a los candidatos bolivarianos.

Todavía faltan los números de algunos municipios, pero el dato político es inequívoco. Una vez más, el proceso bolivariano sale victorioso en las urnas. Hasta ayer, del total de 337 municipios, 265 se encontraban en mano del PSUV y de las fuerzas que apoyan el proceso de cambio iniciado por el Presidente Chávez, fallecido en marzo de este año.
Después de la muerte del presidente Chávez, y antes de estas elecciones municipales, el pasado mes de abril se celebraron las elecciones presidenciales con una estrecha victoria del presidente, Nicolás Maduro.

En los últimos 14 años, el proceso bolivariano ha celebrado 19 elecciones, y sólo ha perdido 1. Hasta aquí los números de la extraña “dictadura” venezolana, que celebra más elecciones que cualquier otro país en el continente latinoamericano y muchos otros países del mundo.

EL FRACASO DE LA OPOSICIÓN

La derecha quería convertir estas elecciones en un plebiscito en  contra del proceso bolivariano para derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. La derecha, sintiéndose fuerte a raíz de la estrecha victoria de Maduro, (victoria que nunca quiso reconocer) en las elecciones presidenciales de abril, estaba convencida de poder dar el empujón final.

El candidato Henrique Capriles, incitando a matones armados que salieron a las calles, provocó el asesinato de 11 personas. El mismo Capriles que estuvo a la cabeza de iguales matones tomando por asalto la Embajada de Cuba en el intento de golpe de Estado en el año 2002.

Hace meses el mensaje era claro: si Maduro casi había perdido en abril, ahora era el momento adecuado para desalojarlo del Palacio de Miraflores. Con la ayuda omnipresente y omnipotente de los Estados Unidos, la oposición ha adoptado un plan “a la Chile del 1973″ con la “combinación de todas las formas de lucha”: guerra económica y financiera, acaparamiento y escasez inducida de bienes, sabotaje en el tendido eléctrico, inseguridad con el uso de la delincuencia organizada y una implacable campaña mediática al interior del país. Se repitió de manera obsesiva que el chavismo sin Chávez había terminado y que no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir. Después de Chávez (un indio de todas maneras…), mucho menos Maduro podía estar a la altura del cargo presidencial, finalmente era “sólo” un conductor de metro, un ex sindicalista, seguramente incapaz de gobernar, etc. Una matriz de opinión amplificada y multiplicada por todos los megáfonos de los grandes medios de comunicación  internacionales (CNN, RAI, La Repubblica, Il Corriere della Sera, El País, etc.) Un odio de clase que sobresale de manera incesante de las páginas de las revistas de todo el mundo,  junto con los ataques a lo que ellos llaman “el autoritarismo del gobierno”.

ALGUNAS CONSIDERACIONES PARA EL FUTURO

Un análisis más cuidadoso de la votación permite algunas consideraciones.

Después de realizar una campaña feroz contra el CNE, la derecha esta vez no pudo dejar de reconocer los resultados y, por tanto, su papel como árbitro imparcial. El sistema de votación electrónica, perfeccionado a lo largo de los años, ha sido reconocido a nivel mundial, como un sistema a prueba de fraude. Y en esta ocasión también, observadores nacionales e internacionales participaron en todas las fases del proceso electoral.

La oposición mantiene el bastión de los barrios más ricos de la Gran Caracas (Baruta, Chacao, la interclasista Sucre), El Hatillo y retiene la importante ciudad petrolera de Maracaibo. Pero en ambos casos es seguida de cerca por los candidatos socialistas. Conquista Valencia, Barquisimeto, Barinas (lugar de nacimiento de Chávez), San Cristóbal, ciudades en manos de alcaldes “chavistas”. 8 victorias en las capitales (en una gracias a las divisiones internas de los bolivarianos). Por tanto, sería un grave error subestimar a la oposición, que gana espacios importantes de poder en varios estados del país.

Hay que añadir a esto los errores del mismo gobierno, que no han faltado. Entre ellos, un cierto triunfalismo.


Sin embargo el balance general negativo para la oposición y la derrota de los partidarios de la línea dura de la tesis del ” plebiscito para desalojar a Maduro de Miraflores” hará sentir sus efectos en la oposición y sus líderes. Los mismos que, con este resultado, pierden fuerza y ​​prestigio, dada la incapacidad de superar el voto bolivariano a pesar del avance y la conquista de varias capitales del país.


En general, la oposición ganó en la ciudad y perdió en el campo. Por el contrario, el proceso bolivariano consolida posiciones en las zonas rurales. Pero todavía se encuentran en disputa los Estados fronterizos con Colombia, con una fuerte inmigración y la influencia de los paramilitares colombianos. La ley electoral, que permite el voto a los extranjeros que han vivido durante más de 10 años en el país, ha pesado en el resultado de la votación a favor de la oposición, al menos en varias ciudades de las zonas fronterizas.

En el terreno electoral persisten luego áreas geográficas inestables con desventajas que no pueden subestimarse.
Aún falta un análisisy una evaluación a fondo de la abstención. Esta vez, la participación en las elecciones municipales (58,9%) superó al de las regionales del 16 de diciembre de 2012 (53,8%), pero la abstención sigue siendo alta, dado los objetivos políticos que están en juego. El dato de la abstención, sin embargo,  marca la distancia de la política y de la “democracia participativa”. A primera vista, como sucede a menudo, aquí también son los barrios populares que quedan en casa, a pesar de una recuperación parcial, mientras que los habitantes de los barrios de clase media y los ricos van a votar en contra del gobierno.

Más en general, el proceso bolivariano ha alcanzado algunos objetivos estratégicos: por un lado ha obtenido un tiempo político adicional crucial, sin perder grandes espacios de gobierno; por otro lado ha sido capaz de frenar a la estrategia opositora de hacerlo caer en un corto plazo, saliéndose de un área de riesgo político inmediato. No hay duda de que era importante superar una posible crisis política a corto plazo, a partir de los magros resultados de las elecciones del pasado abril y de la “guerra económica” en un contexto de crisis económica global. Objetivos parcialmente logrados.

El “golpe de timón” invocado por Chávez ha visto una primera concreción en las medidas en el terreno económico y social,  tomadas por el gobierno a partir de octubre (con la obtención de nuevos poderes gracias a la “Ley Habilitante”) que en términos de Gramsci, sirvió para renovar parcialmente la “conexión sentimental” entre el gobierno y  su pueblo, entre la revolución y el legado de Chávez. Los golpes contra la especulación descarada, la detención de algunos funcionarios y cuadros intermedios corruptos, y sobre todo la aprobación del  Plan de la Patria, diseñado  por el fallecido presidente, son pasos adelante que permiten profundizar  los cambios que están ocurriendo. No es casual que la derecha se opusiera con tanto fervor. Por supuesto, para ser creíble, las medidas de lucha contra la corrupción deben ir hasta el final y no mirar la cara a nadie, ni siquiera entre las filas del gobierno.

El primer desafío estratégico es ser capaces de articular ese “giro a la izquierda” con criterios políticos y una mayor conciencia ideológica, no sólo por el PSUV, sino por todas las fuerzas aliadas en el Gran Polo Patriótico (GPP) que han contribuido a recuperar el consenso y a la victoria bolivariana. El GPP tiene ante sí una tarea vital: la superación de las tensiones y diferencias internas, manteniendo la unidad y transformándose en la columna vertebral para la aplicación del Plan de la Patria, verdadero testamento de Chávez y brújula política de la transformación de la sociedad en una dirección socialista.



No hay duda que la principal trinchera contra la desestabilización de la derecha ha sido la unidad “chavista”,  bolivariana, popular. Una unidad que ha frenado a los que la desprecian y que subestiman el protagonismo popular organizado, como sujeto de la transformación. El equilibrio de poder seguirá siendo favorable para el proceso revolucionario, solo si se consolida esta conexión entre el pueblo organizado, el prestigio de la mayoría de los dirigentes del proceso y la herencia revolucionaria de Chávez. Los partidos y las organizaciones sociales del campo bolivariano juegan un papel crucial en esta lucha y tienen una gran responsabilidad, sin subestimar la del Presidente Maduro,  subestimado en Venezuela por  la oposición y por algunos sectores bolivarianos (y afuera también por mucha “izquierda light”) que no entienden sus capacidades. Ni mucho menos la idiosincrasia del pueblo venezolano.

Por último, pero no menos importante,  hay una debilidad que se arrastra desde hace tiempo. La de la comunicación de masas del conjunto de las fuerzas bolivarianas. Un vacío que el fallecido Chávez llenaba con su capacidad de ponerse en conexión directa con su pueblo. Hoy en día no basta con repetir los discursos del presidente Maduro y de los distintos ministros. No basta hacer propaganda. Mucho menos sirve, lo que es peor, imitar el lenguaje y el mensaje del  adversario.  Se necesita el máximo de imaginación y creatividad para construir y reconstruir una imagen propia,  para “verse  con sus propios ojos” (como siempre nos recuerda Aram Aharonian)  y no con los ojos del adversario. Para hablar a los corazones y a las conciencias  de millones de personas intoxicadas a diario por los códigos y mensajes del adversario,  los abiertos, los simbólicos  y los subliminales. En palabras de Simón Rodríguez, el maestro del Libertador Simón Bolívar, “o inventamos o erramos”.  Esto es el terreno de la” guerra asimétrica “,  la decisiva  “guerra de cuarta generación”.

Se necesita un análisis más profundo de las relaciones actuales de poder, de los vaivenes del campo revolucionario y sus dinámicas. Sería útil lograr hacerlo con corazón caliente y cabeza fría, con humildad intelectual y sin triunfalismo, teniendo en cuenta la necesidad de consolidar el poder popular, los desafíos de las próximas elecciones parlamentarias, y en especial la delicada fase económica y social del próximo año.

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