
Alberto Adrianzén M.
DisonanciasParlamentario Andino
Dicho de otra manera, lo que está en juego es si las izquierdas se convierten en una fuerza política importante o terminamos como una tendencia marginal; una suerte, como alguna vez dijo José Joaquín Brunner, de “reserva cultural” de grupos sociales e individuos que son presentados como “restos arqueológicos” o “folklóricos” de un pasado superado.
En realidad, el neoliberalismo en el país busca culminar el gran ciclo político que se inicia con las reformas de la década de los setentas y que plantea, cuando menos, cinco temas fundamentales: a) la inclusión de vastos sectores sociales atrapados y dominados en relaciones premodernas; b) la naturaleza y rol del Estado en una sociedad de desiguales; c) nuestros vínculos con el sistema y mercado mundiales; d) la construcción de una democracia postoligárquica que tiene como tareas principales, hasta ahora, la inclusión y la participación; y, e) un modelo de desarrollo nacional que reduzca radicalmente las desigualdades.
Wiener tiene razón cuando señala que la derrota del fujimorismo y el gobierno de transición de Valentín Paniagua fue una subfase de un ciclo mayor. Hoy podríamos estar frente al desenlace de este ciclo mayor.
En esta perspectiva, el fujimorismo debe ser entendido como una contrarrevolución y el primer intento, bajo un sistema autoritario, de construir una representación política de las elites dominantes y de revertir, al mismo tiempo, las reformas de los años setenta.
La Constitución de 1993 no es otra cosa, en este contexto, que lo opuesto a la Constitución de 1979, es decir el pacto político y económico entre estas elites y un gobierno cuyo representante, Alberto Fujimori, no fue en un inicio de su total y absoluta confianza.
Desde 1980, año del retorno a la democracia, a la fecha, estos problemas han estado pendientes y generando un movimiento pendular entre las esperanzas de cambio y las grandes frustraciones. Eso fue, creo, el fujimorismo que derrotó a Mario Vargas Llosa, y también, en cierta manera Alejandro Toledo, y finalmente, el propio Ollanta Humala con su promesa incumplida de la Gran Transformación del país.
Por eso lo que está en juego, además del futuro de las izquierdas y lo que podríamos llamar un pensamiento crítico, es la construcción de un nuevo consenso nacional que no toma en cuenta a las izquierdas (más allá que los neoliberales reclamen la necesidad de una “izquierda moderna”), de una democracia escasamente pluralista, y de un orden social que disuelve los conflictos y contradicciones utilizando un discurso que sobrevalora a las llamadas “nuevas clases medias” y que esconde, lo que Krugman califica, pensando en EEUU, una “guerra de clases” que busca la “defensa del derecho de los privilegiados a mantener y a aumentar sus privilegios”, es decir, a mantener el “Antiguo Régimen”.

(*) Parlamentario Andino
No hay comentarios:
Publicar un comentario